En el ideario colectivo, demasiadas veces se asocia desarrollo a grades rascacielos de cristal, centros comerciales, coches por todas partes, grandes urbes y consumos desmedidos. Sin embargo hay ejemplos que por su excesos nos demuestran que éste no es un buen modelo a seguir: Dubai es uno de ellos.
Esta ciudad de Emiratos Árabes Unidos se ha planteado un modelo de crecimiento basado en el uso y abuso del petróleo encontrado en el territorio en grandes cantidades en la década de 1950. Este modelo está claramente orientado a atraer un tipo de turista adinerado y a empresarios del sector del lujo y de la construcción, principalmente. La sostenibilidad tanto económica como ecológica de este modelo comienza a estar en entredicho a los ojos de muchos.
Y es que crear islas donde no las había, estaciones de esquí en una ciudad donde se alcanzan los 48 grados, playas refrigeradas o campos de golf en pleno desierto, no parecía hace unos años muy factible. Sin embargo Dubai lo ha conseguido: se ha posicionado como la capital mundial del derroche energético en pocos años a costa de gastar petróleo, agua y electricidad de una forma absolutamente desmesurada.
Según datos de la Secretaría de Estado de Comercio de España, el consumo de energía de Emiratos Árabes Unidos crece a más del 10% anual, cuando globalmente éste crecimiento se da al 4%. Dubai es el territorio donde más crece el uso de la energía, con un ritmo anual del 15%, y recientemente han recurrido a la energía nuclear para satisfacer una demanda energética que el petróleo ya no podía abarcar. Cada habitante de Dubai emite 44 toneladas de CO2 al año (para hacernos una idea, en España esta cifra baja a unas 8,17 toneladas según datos de Eurostat).
Sorprende observar que en una ciudad que cuenta con el mayor número de horas solares diarias posibles no se planifique el desarrollo y el abastecimiento energético en clave solar, pero así es. La electricidad mueve el crecimiento dubaití hasta tal punto que algunos grandes monstruos del consumo como centros comerciales cuentan con su propia central eléctrica funcionando 24 horas al día, ya que la central eléctrica de la que tradicionalmente se suministraba a la ciudad ya no da abasto con el volumen de electricidad que se mueve en Dubai, el 60% de la cual se va en mantener encendidos aires acondicionados.
En un país donde un litro de agua es más caro que uno de gasolina, y el lujo es el emblema territorial, no es de extrañar que no cuajen –y de momento no se planteen- iniciativas como la de Respiro, orientadas a reducir emisiones y coches en circulación. No obstante, desde Respiro no creemos que el desarrollo sea sinónimo de lujo y de consumo desmedido, y estamos convencidos de que se aporta más en términos sociales con una conciencia ecológica y consciente de cuánto cuesta mantener vivas nuestras ciudades.
Ojalá en Dubai se den cuenta de la factura que pueden pasar sus excesos al planeta, y rectifiquen a tiempo.